Pilar Villela y Víctor Noxpango
Desde un principio, en mis discusiones con Jose Miguel, le plantee mi desacuerdo con tres asuntos que en mi opinión eran cruciales para la muestra. Primero la caracterización que se hacía de ciertas colectividades como minorías excluidas; segundo, el asumir a priori los beneficios educativos del arte (de hecho he mantenido esa postura desde las mesas redondas que se llevaron a cabo en casa de Mario Rángel), tercero, que tratándose de “obras de arte” las condiciones restrictivas en relación a los formatos y tiempos de producción eran como un cow parade, pero a la inversa.
Explico brevemente los tres puntos y luego paso a hablar de cómo fueron resueltos en el caso concreto de nuestra pieza:
– Qué supone entender a un colectivo como una singularidad? (los problemas del concepto de “pueblo” dan fe de esa problemática). Que supone, en el caso de un museo público, enunciar una serie de colectividades excluidas tomando en cuenta la victimización como el criterio mismo de exclusión? Qué significa que sea el artista quien activamente lleva (acarrea) a ese “público” al museo? Que implica exhibir (ya sea durante el taller o en forma de producción) los objetos o la representación de la experiencia de esa colectividad específica ante una que de antemano se supone “no específica”?
– La relación entre arte y educación me parece sumamente problemática, y creo que darla por sentada sin cuestionar sus condiciones es sumamente peligroso. Primero, por que se educa siempre con un propósito, y en ese sentido usar el arte para educar implica dotarlo del propósito ulterior que tenga esa educación. Para que quede más claro, estoy defendiendo la idea del arte por el arte como opuesta a la de instrumentalización de la cultura con fines civilizatorios. Por otra parte, y tomando en cuenta que estamos en una institución pública que considera la administración de un museo como una rama menor de la administración de empresas (prueba de ello es el adoctrinamiento que acaba de recibir el personal por parte del ITAM) esta muestra corría el riesgo de verse como una instancia de “responsabilidad social” por parte de la institución, cosa que efectivamente ocurrió. El “museo teletón” es delirante pues implica que el una institución del estado empieza a entender sus obligaciones como una graciosa concesión (de cuño populista-totalitario). El hecho de que la institución misma a través de curador y artistas dictamine quien es el que merece ser “rescatado” y de qué (en este caso el marginal debe ser rescatado de su no presencia en el museo) obedece a un pensamiento paternalista, colonial, civilizatorio, etc.
– Por “cow parade” me refiero al tipo de muestras populistas que el dentista issak masry organiza sobre reforma. No importa si el formato son vacas, sillas, nopales, etc. Creo que, en este caso, el uso de las minorías en vez de vacas (además de una larga lista de restricciones que fueron, para el autor/curador de este ejercicio) premisas incuestionables y en particular en relación a ese tercero que es el público del museo, resultaron en una espectacularización de la miseria.
Me parece que escamotear de entrada el caracter formal de la obra (y tratándose de este tipo de arte, creo que el caracter formal de la obra se refiere a sus instanciaciones y a cómo estas se relacionan entre sí por medio de un documento-relato) excluye de entrada lo artístico en tanto que investigación, privilegiando lo propagandístico o, más bien, lo comunicativo con todo lo que esto tiene, necesariamente de reiteración. En ese sentido creo que la pieza más eficaz es la de Lorena Wolffer, que repitie puntualmente el recurso de un dispositivo museológico que usó en una exposicion co-curada por ella en 1997 en San Ildefonso. Aquí se trataba de una vitrina con obras de varios artistas y objetos pertencientes a los curadores que llevaban por título “Los arte-factos del miedo”. En este punto me permito autocitarme y repetir puntualmente mis opiniones expresadas en un texto de 2001 que creo se aplica puntualmente al conjunto de la presente exposición-
La reiteración coercitiva: Al intentar incluir en un espacio que, por definición, es reaccionario y elitista, un discurso tomado y dirigido a los sectores que finalmente son los más afectados por la problemática alrededor de la cual se construye la muestra, y al intentar traspasar las fronteras entre la cultura oficial y ciertos grupos marginales, el conjunto ofrecía una reiteración literal de todos los prejuicios y las delimitaciones impuestas, sobre todo, a través de los medios de masas. ..Cuando (el artista) espera que su obra se entienda como un gesto político, lo hace en un contexto donde la interpretación del signo como negatividad está dada de antemano, en pocas palabras, en un lugar donde quien lee la obra ya sabe lo que el artista tiene que decirle y, de hecho, donde la única posibilidad de lectura en términos sociales o políticos está condicionada por esto último.
Tomando esto como un ejercicio trabajé en conjunto con el artista visual Víctor G. Noxpango, considerando que el tipo de proceso de aprendizaje que se proponía sólo puede llevarse a cabo en un periodo extendido y a nivel intersubjetivo. En ese sentido la experiencia fue muy satisfactoria. La pieza en su conjunto fue resultado de esas pláticas. Dejo a víctor que explique el resto.