Helena Chávez Mac Gregor

Sí, podemos afirmar que las instituciones son autoritarias, que trabajan en una legislación que, a la vez que impone un orden, es ordenada por ella. Y mucho queda afuera. Sin embargo estás formas de ordenamiento y exclusión no marcan un simple adentro y afuera, sino, de manera mucho más compleja, campos de fuerza muchas veces contradictorios que permiten, si abandonamos las posturas que buscan una pureza esencial, realizar una crítica al el interior de las relaciones de poder dadas.

Hoy, lo que se presenta imprescindible, si buscamos trabajar en las construcciones críticas de las instituciones, es abandonar las dicotomías de una adentro y de un afuera que afianzan sus territorios en una mera defensa o señalamiento, que, las más de las veces, terminar por reforzar las propias estructuras de exclusión.

Tal vez lo interesante sea colocarse en el centro de las tensiones para poder ejercer una crítica de estas relaciones de poder, a estas estructuras de saber que al delimitar formas y figuras dejan sin operación a otras formas de ver, y por tanto a otros “sujetos” y “objetos” sin aparecer.

Como afirma el artista y teórico español Marcelo Expósito en su texto Entrar y salir de la institución: autovalorización y montaje en el arte contemporáneo:

Desde hace ya algunos años ha habido una continuidad de proyectos que se plantean una relación ni cínica ni instrumental con la institución, con el fin de generar prácticas críticas en su interior buscando su puesta en valor simultáneamente ahí y en otro lugar y momento, bajo otras formas. Se trataría de “entrar” y “salir” de la institución como un continuo en el que la puesta en la forma institucional no se evite, e incluso se contemple, sin ser el objetivo central. Producir redes y flujos que no respetan las demarcaciones previas y constituyen a cambio sus formas propias de esfera pública –un concepto que seguramente empieza a quedársenos algo estático- es con seguridad una de las invenciones más importantes de la creatividad política de este nuevo ciclo.[1]

Jardín de Academus es un proyecto que se sitúa en este territorio. En estas formas de experimentación que desde el centro de tensiones y contradicciones logran aparecer para descolocar los propios límites de la institución.

La “muestra” que reunía múltiples prácticas y procesos heterogéneos siempre estaba en un punto de  “inadecuación” en un espacio formal e institucional como lo puede ser el MUAC y ahí, justamente se encontraba su pertinencia. Lo que se presentaba ahí eran procesos que no podían ser capturados y totalizados en un objeto de presentación, cada acto que ahí se sucedía se escapaba a cualquier operación de objetualizar la práctica artística y más bien obligaba al museo a ser un mero espacio de difusión, comunicación y contagio para procesos que rebasaban y desbordaban no sólo los límites de la institución sino de la propia conceptualización de la obra de arte.

Lo interesante de esta puesta en escena era estar activando las tensiones para evidenciar las formas de exclusión, no sólo de sujetos sino de saberes y de prácticas. Generar un espacio que nunca podía ser del todo presente, que siempre se resistía a presentar algo “acabado”, donde el museo era sólo una plataforma de visibilidad y de “publicidad”, en el sentido kantiano de formas de lo público, para experimentar procesos y formas del desacuerdo.

Jardín de Academus es, sin duda, una de las propuestas más arriesgadas que han sucedido en el MUAC, por su carácter tensional. Por no dar tregua a la institución y obligar a re-pensar los límites y las formas de crítica que hoy debemos ejercer por hacer un espacio que no deje de pensarse y cuestionarse a sí mismo.


[1] Marcelo Expósito. Entrar y salir de la institución: autovalorización y montaje en el arte contemporáneo en http://transform.eipcp.net/transversal/0407/exposito/es


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