Alfonso Hernández
El arte ha ido extendiendo sus fronteras. Lo cual parece una negación de los límites académicos y oficiales, hasta que, integrando todas las negaciones, cerrazones, rupturas, transgresiones, y por supuesto todos los grandes ismos, presentamos en el Jardín de Academus del MUAC, una reproducción pirata del arte de Tepito.
Donde las vecindades, esas matrilocalidades prodigiosas, tenían unos patios maravillosos, que por las mañanas eran unas albercotas de luz, con las garrochas de los tendederos semejando mástiles o esculturas móviles ambientales. Donde de cada vivienda salía el olor de los oficios que allí ejercían los artesanos de Tepito: zapateros, sastres, costureras, ebanistas, sombrereros, y otros tantos, que eran ambientados musicalmente desde una vivienda cuya consola tocaba discos con música guapachosa.
Por las tardes, durante los fines de semana, o nomás para darle gusto al cuerpo, en lo más lisito del patio se animaba el tíbiri-tábara con lo más selecto de los acetatos del melómano de la vecindad. Quien comenzó a ser invitado a amenizar otras convivencias de amigos y festejos familiares, para lo cual tuvo que desmontar el tocadiscos de la consola.
Así comenzaron a darse a conocer los primeros sonideros de Tepito: por la exclusividad de su repertorio musical y la calidad de su sonido; lo demás era cosa de acordar el precio por hora y la duración de cada tocada. Y de boca en boca, de corría la voz, para avisar a las parejas de baile, dónde y cuándo había que ir a mover el bote para darle gusto al cuerpo.
Los radiotécnicos del barrio comenzaron a desarrollar la tecnología de los amplificadores, ecualizadores y bocinas para darle mayores efectos a la música de los acetatos de 78rpm. Y la magia del ritmo tuvo su toque barrial, cuando los sonideros comenzaron a modificar las revoluciones de los ritmos para adecuarlos al estilo y los pasitos chéveres de los bailarines de Tepis Company.
En las azoteas de Tepito, no sólo se aprende a mamarle la miel a las estrellas, sino también, a jalarle duro el hilo de cáñamo al papalote, pues no es un barrio idílico ni sencillo. Y para muchos especialistas de reputada reputación, Tepito es un barrio macabrón que refleja la pobreza, la degradación, la estupidez, la esclavitud, la brutalidad y el terrorismo físico y psíquico; pues es siniestro, mágico, tétrico, indomable, chido, y con un caos que seduce cuando te cataliza y te expande la conciencia. Porque a Tepito la calma no le favorece, ni lo inspira a ser como es: siempre semejando estar quieto como un resorte pero listo como un cerillo. Porque acá se trabaja duro hasta que se hace oscuro y se anda movido como bandido.
Y es que, a veces, pareciera que los dioses no saben cómo administrar este barrio. Y cuando Dios no quiere hacerse responsable, de nada ni de nadie, es cuando firma son su seudónimo: Azar. Por eso, nomás por imitar al amigo, nadie coge voluntariamente las viruelas
Antes, la calle era considerada la universidad de la vida y, hoy, la calle es la escuela más hija de la chingada que hay. Por eso, quienes nunca fueron buenos para los juegos y las matemáticas de la infancia, nunca podrán resolver las ecuaciones de su existencia. Por eso nos quieren mandar a la Verde, quesque porque en la Roja ya no hay camas.
En la ciudad de México, al igual que en otras muchas otras de la canica terrícola, predomina la diversidad y la contradicción, la convivencia de los extremos conjugando lo tradicional con la modernidad, y la oferta del comercio privado con la del callejero. Al patrimonio histórico y monumental de la ciudad, se suma el patrimonio vivo de la vendimia ambulante, con actores urbanos convertidos en verdaderos personajes, cuyas biografías inéditas forman parte de un tianguis cultural, que escandaliza e incomoda a esos pocos que tienen salario patronal y seguridad social..
Preocupa que México parezca China libre, con tantas chinaderas chafas. Y que los únicos que están compitiendo con esta ofensiva mercantil sean los vendedores callejeros, vagoneros, tiangueros, y tepiteños. Porque al gobierno tan solo le preocupa la prosperidad de los negocios afines a sus intereses empresariales.
La corsetería china tiene larvas que incuban en la piel, también alacian los vellos, y a los pezones los dejan como tostones. Mucha de la barbacoa que se consume en la ciudad, no es de borrego, sino que es carne de canguro. Las tostadas ya no son de pata de res sino de pito de toro. A los sonideros callejeros, se la Pérez Prado todos los DJ´s de los antros. A los condones de Disneylandia, con la figura de Mickey Mousse, por lo menos se les inflan la orejitas.
En este escenario mercantil, Tepito es un barrio globalizado, con marca propia, y con una gran experiencia de sobrevivencia urbana. Pues no solamente forma parte de la cuna histórica de la ciudad, sino que también funciona como barrio-bisagra del Centro Histórico. Mientras tanto, la economía informal ya se convirtió en una cultura expresada en otra forma de ciudadanía y de soberanía, pues aglutina un capital social circulante que no necesita ser redimido por ningún pinche banco tranza.
A falta de empleo, la piratería se ha convertido en el tesoro de los pobres, pero, también sirve como amortiguador social, fomentado por la sociedad del espectáculo, para que el pueblo se vaya convirtiendo en público consumidor de sus eventos con ídolos de plastilina, con playas artificiales y pistas de hielo con amoniaco. Ante esta envergadura estructural, a los polacos les viene guanga la crisis, pues pareciera que cagan el dinero para sus viajes, sus viejas, sus joyas, sus lujos, sus juanes, y sus adoloridos juanetes; que no les permiten picar, licar, y calificar, que a México ya lo convirtieron en el Tepito del mundo.
Para dejar de hacernos majes, y quitarnos el piojo de la ignorancia, debemos reconocer que Tepito es uno de los epicentros de esta ciudad caótica. Y que la barriada interactúa funcionalmente de manera inversamente proporcional a los procesos arruinadores de la economía popular. O sea que, contrariamente a la teología de la prosperidad empresarial mocha o pentecostal, el ambulantaje ya se convirtió en la fábrica de dinero y felicidad más bendecida y globalizada del mundo, valga la redundancia.
Las cámaras de video de la “economía de la vigilancia”, combatirá todo lo que se mueva fuera de su control. Por eso, esta crisis, es una de tantas para quienes siempre hemos estado en crisis. Las fábricas ya no existen, porque ahora el trabajo está en todas partes. Además de que, la economía informal es la única que realmente combate a la economía criminal, cuyo fordismo delincuencial sigue sembrando santuarios de impunidad por toda la ciudad.