Alejandro Rincón Gutiérrez
De muchas maneras, las relaciones nos afectan desde antes de que las busquemos, de antemano la conexión con otros individuos y colectividades, tejen las conductas de una sociedad. En el campo pedagógico, se construyen dispositivos para reaccionar y provocar competencias “positivas” de aptitud y actitud, en la resolución de problemas. Para llegar a esto, se pasa por varios filtros institucionales, que están diseñados para ordenar un sistema lineal, donde las secuencias dotan de de paquetes discursivos formales. A veces dicho proyecto educativo heredado desde más de dos siglos atrás, fracasa conforme al contexto de consumo vigente. Y entonces, me pregunto qué pasa con la socialización de conocimientos, para producir contenidos de arte, desde espacios educativos, llámense aulas, talleres y museos, por dar unos ejemplos.
En un sentido escolarizado, como le llaman a la formación oficial etiquetada con un presupuesto e impartida desde un programa, la enseñanza del arte esta contemplada en una noción especial, llegando a ser una especie de actividad optativa, desde la educación básica hasta el nivel de licenciatura. Pero sólo una opción, para los que tienen cierta claridad de lo que implica llegar al arte por un camino en lo que la sociedad entiende como algo exclusivo de ejercer.
Así la pedagogía se va repartiendo entre espacios públicos y privados, pero lo alternativo, lo paralelo, lo autogestivo, el sistema abierto (en relación del escolarizado), el sistema público y otros formatos de comunidades más periféricas, no acaban de encajar en los modelos tradicionales. Lo conservador de las instituciones, sólo deja entrar en contacto con el arte a los usuarios de manera paternalista y con muchas restricciones. Los que llegan a entrar a este círculo – que es más cuadrado en realidad- en sus facetas de producción, difusión y consumo, tienen que pagar una cuota considerable, sobre el uso de suelo por el que se paren. Pero parece que siempre ha sido un problema nacional respecto a la distribución de sus recursos económicos. Comprobado está que en los países pequeños de primer mundo (y también de menor población), tienen un mejor nivel académico y le dan mayor apoyo a la cultura. Detectamos que el clima y el entorno, determinan las estrategias locales de sobrevivencia en las pedagogías de desarrollo artístico. Sabemos bien que ahora que están de moda concepciones sobre “agentes de cambio” desde el arte y la gestión cultural, yá como licenciaturas, diplomados y maestrías, la figura de los académicos, programadores culturales, promotores comunitarios, curadores y difusores, entran en constante interlocución, en un sentido obligado y democrático con el uso de las herramientas tecnológicas y la competencia rapaz del sistema capital prevaleciente.
Por ello, veo importante que de manera solidaria, colaborativa, autogenerada, comunitaria y asociada, se produzcan proyectos culturales que incluyan a los más amplios objetivos estéticos, sean los fines que sean, desde la consciencia de problemas ambientales, la denuncia social urbana, o la simple búsqueda de identidad comunitaria de los barrios, entre otros. Y aquí sabemos que el poco presupuesto que se designe, tiene que ser bajado en parte con mecanismos oficiales y en parte con la cooperación individual para aportar destrezas para ejercer el asunto referido en esta ponencia. Me parece necesario que los laboratorios sociales, siempre tengan en cuenta dentro de su proceso, estrategias de comunicación y resistencia basadas en el arte relacional como una “opción” real dentro de los modelos cognitivos que sostienen a los sistemas complejos de los grupos humanos.