Samuel Morales
Trabajo y tiempo de espera. Obras que se quedan, 2010 parte de una postura de comprensión del Museo como un laboratorio de procesos creativos y de experiencias estéticas, allende la visión moderna como vitrina para la exposición razonada de objetos o como cubo blanco que en su interior resguarda una colección valiosa de piezas certificadas por la crítica y el trabajo curatorial. Como todos los proyectos emprendidos en “El Jardín de Academus” en el Colectivo Masa Crítica (MCM) buscamos desdibujar los roles tradicionales de artista – obra – público para optar por una plataforma colaborativa de experiencias estéticas y construcción de conocimientos. Los primeros actores de nuestro proceso fueron los propios vigilantes de sala del MUAC, deseando subvertir su rol tradicional de custodios garantes de la preservación de un acervo artístico para asumir el rol activo de productores de sentido a partir de experiencias y recuerdos en el contexto museal. El resultado fue una condensación simbólica de dibujos y construcciones tridimensionales donde cobraron vida nuevamente el valor temporal del pasado, la experiencia con los objetos de arte dentro y fuera de su contexto de trabajo y las asociaciones libres o derivativas hacia distintos campos semánticos. Sobre este nivel de poiesis se continuó un proceso de desdoblamiento o transfiguración de imágenes y objetos para encabalgarse en palabras que tomaron la forma de poemas y narraciones donde participaron escritores no profesionales y el público que se dio cita para recorrer esos días el museo o que atendieron a nuestra convocatoria. En síntesis se buscaba señalar el poder rizomático y polivalente de la creatividad en el individuo.
El proceso construcción de esta experiencia nos llevo a distinguir muchos valores ocultos en la apariencia del cotidiano. Esto es, la riqueza subjetiva de todos los actores, su disposición desinteresada hacia el trabajo colectivo, la empatía de unos con otros, sin dejar de señalar la detonación, concertación y flujo de diversas energías productivas en el museo. Esto me lleva a pensar en el potencial olvidado o soslayado de dicha institución como lugar de encuentro y construcción de comunidad, y sobre todo en el poder generativo del arte como disparador de nuevas miradas y conocimientos acerca de las cosas. En esta línea reflexiva sería posible borrar los límites entre el arte y la vida en ocasiones buscado de forma conciente por los artistas; sólo es necesario activar las estrategias adecuadas. En dicha empresa, a su vez, sería pertinente revisar el rol todos los profesionales que confluyen en el campo museológico, además de re-pensar el perfil de dicha institución a la luz de las necesidades actuales de un mundo globalizado mas sin embargo marcado por bastantes diferencias.