COLECTIVO MASA CRÍTICA

Samuel Morales y Mauricio Colin

El desarrollo de la propuesta se dio básicamente en dos aspectos, uno, el visual-plástico, y el otro, el escrito. Para el primero, a cargo de los vigilantes de sala, fue una grata confirmación el encontrarme con una adecuada –por demás, afortunada-, sensibilidad estética, ya que ellos –ellos, en mayúsculas-, conservan en su memoria intelectual, íntimas relaciones con las obras custodiadas, ya sea porque “les toco en su turno”, o bien, por las interrelaciones laborales del personal participante en determinada exposición, de colegas en su labor, o bien, de museógrafos y curadores, e incluso, con los autores de las obras, de donde, con curiosas anécdotas entre comprometedoras e interesantes, enriquecieron la base de la propuesta presentada por el Colectivo Masa Crítica; dándose así, la extracción de una muestra en la retroalimentación sutil, dada por la actividad del personal garante de salas de arte contemporáneo, en este caso, los vigilantes del MUAC.

En el caso de los escritores, uno espera cierto trasfondo lírico, conceptual y estético, sin embargo, y guardando toda proporción, los escritores que participaron con la atinada colaboración que las dinámicas les permitieron, lograron que sus textos se mezclaran entre los entusiastas circunloquios del público participante, logrando con esto, una suerte de expansión proyectada en papel y letras, de sus propias ideas.

Así, el desenvolvimiento de una propuesta como el Jardín de Academus, es polémica, al interior del mismo y del lugar donde se expresa, ya que la mayor parte de las características que le conforman, siempre estuvieron –y están- fuera de toda convención, dando como resultado peculiares afrentas; sin embargo, lejos de afectarle, enriquecen su primigenia concepción, por lo que no deja de enorgullecer que ciertas connotaciones logradas hayan arrojado excelsos intercambios entre autores, participantes, público asistente y el recinto expositivo.

Envío saludos cordiales.


 

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